El convento de las Bernardas o Convento de la Concepción Franciscana se fundó en el siglo XVI de la mano del obispo auxiliar de Toledo don Melchor de Soria y Vera. Este es el monasterio más notable en el aspecto artístico de toda la ciudad de Jaén.
Para construirlo, fue necesario derribar un importante tramo del segundo recinto de murallas de la ciudad. El único vestigio de las entradas primitivas a la ciudad es la Puerta del Ángel. Se encuentra apoyada en el muro de piedra que delimita el convento de las Bernardas.
En este convento vive un grupo de religiosas en clausura, las Franciscanas Descalzas.
Arquitectura del Convento de las Bernardas
Del edificio podemos destacar su fachada, obra de Juan de Aranda, unos de los arquitectos de la Catedral de Jaén.
Esta fachada da a un patio pequeño que comunica a la derecha con el claustro del convento y a la izquierda con la Calle Puerta del Ángel mediante una monumental fachada reedificada en 1965, enmarcada por gigantescas pilastras toscanas sobre elevado zócalo con entablamento y frontón triangular rematándola.
También su iglesia, de planta de cruz latina que alberga una importante colección de pinturas de Angelo Nardi. Su portada principal se concibe como un gran arco triunfal rodeado por columnas toscanas, rematado con una hornacina con la imagen de Santa Clara.
¿Cómo es la vida en el Convento?
Al contrario de lo que se puede pensar, las religiosas que viven aquí, no están totalmente alejadas del panorama actual. A pesar de vivir en clausura y de no tener televisión, se mantienen informadas gracias a la radio, el periódico o incluso internet. La mayoría del tiempo, ellas rezan, aunque también se dedican a la elaboración de dulces.
Venta de dulces
Quizás por lo que este convento es más conocido es por la venta de dulces. Las hermanas preparan ricos dulces con gran cariño. Los más conocidos son los pestiños de Jaén, los roscos de vino y los típicos dulces de Navidad, empanadillas, conchas de almendra, empedradillos, tocinillos de cielo, cocadas…
