Cruz de navajas por un obispo entre Aranda y Trapera, en Úbeda.
La expresión nace concretamente en Úbeda, durante el siglo XIV.
A través del Fuero de Cuenca, otorgado por el rey Alfonso VIII (digamos que son un conjunto de leyes medievales, como una constitución creada por el rey), llegaron a Úbeda los Trapera y los Aranda. Éstas eran dos de las familias más importantes del lugar, y qué cabría esperar… pues que terminaran enfrentadas entre charcos de sangre, nada que envidiar a Juego de Tronos, versión jiennense.
Úbeda se encontraba enredada en una serie de disputas entre diferentes familias que querían hacerse con el control del castillo y, lo que es lo mismo, del municipio. Algo muy parecido a lo que pasó en Baeza, entre otros lugares de la provincia.
Los Trapera y los Aranda participaron en la batalla de Algeciras en favor de Alfonso XI y pasaron a formar parte de los 12 leones que figuran en el escudo de Baeza.
Se llevaban a matar, pero ante la visita de un importante obispo, decidieron hacer las paces porque era lo que más convenía para ellos y para la ciudad. Juan Aranda y Juan Trapera recibieron al obispo. Pero, ni Juan ni Juanillo… Durante la visita por las calles de Úbeda el señorito de Aranda se hacía protagonista de la situación, algo que no gustó nada a su compadre el Trapera, que mientras se despedían del obispo… ¡catapúm chimpúm! le metió una puñalada mortal a Juan Aranda.
Y de ahí viene la expresión, «dar una puñalada trapera», como gesto lacerante de envidia y deslealtad ante la tregua y la concordia que pactaron las dos familias ubetenses.
