La leyenda del Padre Canillas

La leyenda del Padre Canillas
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Hoy os traemos la leyenda del Padre Canillas, una de las más populares y terroríficas que rodean a la cultura popular de nuestra ciudad. Muchos de vosotros la conoceréis ya, pero por si hay algún curioso que quiere conocer la historia en detalle… ¡aquí te la traemos para que la disfrutes (o te asuste)! ¡Vamos!

El Padre Canillas

En las profundidades de Jaén, en el barrio de San Juan, se susurra una historia que congela la sangre. Se dice que en una fría noche de invierno con el viento soplando más fuerte que nunca, un joven se despidió de su enamorada. Pobre de él, no sabía que se iba a encontrar con un destino inimaginable.

Un sacerdote delgado, vestido con una túnica y un sombrero ancho, emergió de la neblina. Sus ojos, profundos y oscuros como pozos sin fondo, se clavaron en el alma del joven. El Padre solicitó ayuda al joven, ya que su monaguillo supuestamente había enfermado, para oficiar una misa penitencial en la antigua y olvidada capilla del Arco de San Lorenzo, un lugar que, según cuentan, guarda secretos tan antiguos como la ciudad misma.

El chico, impulsado por una mezcla de curiosidad y miedo, siguió al sacerdote a través de las calles vacías, donde el sonido de sus pasos era el único que rompía el silencio. Al llegar a la capilla, el aire se tornó frío, y una neblina comenzó a envolver todo. El cura, bajo la luz mortecina de las velas, comenzó su misa particular.


Foto: Ideal


Fue entonces cuando el joven, al mirar hacia abajo, descubrió que bajo la sotana del Padre, donde deberían haber estado las piernas de un hombre, sólo había huesos blancos y despojados de carne, moviéndose como si nada. El terror se apoderó de él, y sus gritos resonaron en las paredes de piedra mientras huía despavorido de la capilla.

Corriendo por las calles, el joven se encontró con otro clérigo. Entre sollozos, narró la aterradora experiencia, esperando encontrar consuelo. Sin embargo, al alzar la vista, el joven descubrió con un espanto indescriptible que este segundo clérigo también poseía piernas esqueléticas. Los ojos vacíos del cura se clavaron fijamente en el chico, y con una sonrisa irónica que solo consiguió aterrorizarlo más, le preguntó al joven: ¿como estas?

Desde esa noche fatídica, se dice que en Jaén, cuando el invierno envuelve la ciudad en su frío abrazo, los pasos ligeros y huesudos del Padre Canillas se pueden oír vagando por el barrio de San Juan. Cerca del Arco de San Lorenzo y la Plaza de la Merced, los ecos de sus huesos golpeando el suelo antiguo resuenan en la noche, recordando a los habitantes el inquietante legado de una leyenda que se niega a morir. Una leyenda que se convierte en una advertencia siniestra sobre lo que acecha en las sombras de Jaén.

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